Agujas para el dolor, para dejar de fumar, para no vomitar, para adelgazar. ¿Para todo? La evidencia científica es el listón. Para que cualquier procedimiento médico –un fármaco, una intervención quirúrgica, una prueba diagnóstica– sea aceptada sin que nadie arrugue la nariz de la duda debe pasar por ese filtro: el de demostrar que funciona y compararse con otras soluciones existentes.
La acupuntura, basada originalmente en la medicina tradicional china y actualmente también apoyada en la neurofisiología moderna, va pasando ese listón de la evidencia. Tratada durante años como una medicina alternativa, poco a poco incorporada a la práctica oficial y pública en parte de Europa –en España también, más tímidamente–, se propone salir de ese apartado de medicinas alternativas para ser una técnica de la medicina basada en la evidencia científica.
“Como no hay laboratorios que puedan beneficiarse, no hay dinero para investigar, pero a medida que crece el número de trabajos y publicaciones revisadas y verificadas, la investigación se dispara”, explica la doctora Isabel Giralt, médica acupuntora.
En la sección correspondiente del Col·legi de Metges de Barcelona están preparando unas jornadas dedicadas precisamente a concretar para qué problemas de salud los tratamientos con acupuntura son una buena opción, la mejor, o un buen aliado. Y que, de paso, todos los médicos lo sepan. “Un paso hacia lo que llamamos medicina integrativa”, explica la doctora Giralt.
Los canales que se describen en la acupuntura están íntimamente relacionados con el sistema nervioso periférico. Hay una clara relación entre los puntos en los que actúan las agujas y los segmentos nerviosos. Cuando se pincha en un punto determinado de la pierna, se incide en una zona inervada por el mismo segmento que, por ejemplo, inerva el útero. “Aunque hay leyes de la medicina tradicional china que no tienen hoy esa traslación al sistema nervioso”, advierte Giralt.
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